La movida madrileña fue un fenómeno artístico social que sucedió de una manera espontánea en la España que empezaba a dejar atrás el franquismo y caminaba hacia la transición. Más que un movimiento fue una suma de talentos y personajes que confluyeron en el Madrid de mediados de los 70, ávidos de expresarse al fin en un país que comenzaba a recuperar su voz, su identidad y su futuro.
Se reconoce como pistoletazo de salida de la Movida al llamado «Concierto homenaje a Canito» en memoria de José Enrique Cano Leal, difunto batería de Tos (Los Secretos), que había muerto a consecuencia de un accidente de tráfico ocurrido en la Nochevieja de 1979. En dicho concierto, organizado desde los micrófonos de Onda 2, celebrado el 9 de febrero de 1980 en la Escuela de Caminos de Madrid, actuaron los citados Tos, Mermelada, Nacha Pop, Paraíso, Alaska y los Pegamoides, Trastos, Mario Tenia y los Solitarios y Los Bólidos.
La movida es pues un fenómeno castizo cuyo espíritu liberador y creativo contagiará a otras ciudades españolas a comienzos de los 80. Se puede decir que nace en El Rastro y se propaga a través de salas de conciertos como MM, fiestas y reuniones privadas y en las inauguraciones de las galerías de arte. Así, músicos, pintores, fotógrafos, cineastas y diletantes van conformando una escena artística multidisciplinar en la cual las referencias culturales españolas, desde Picasso a Panero pasando por Sara Montiel, se mezclan con Warhol, el cine de John Waters, el glam rock, el punk y The Rocky Horror Picture Show.
La manifestación más conocida de la movida es la musical. Está representada por grupos como Kaka de Luxe, de donde saldrían a su vez Alaska y los Pegamoides, Zombies y Paraíso. Posteriormente, Radio Futura, Aviador Dro, Las Chinas, La Mode, Gabinete Caligari, Parálisis Permanente y Rubi y los Casinos, entre otros, concretaron una escena musical ligada siempre a otras disciplinas artísticas y que convivía con bandas como Nacha Pop, Los Secretos y Los Elegantes, que a su vez conformaban una escena estrictamente basada en lo musical. Tanto los artistas de una y otra escena se caracterizaban por utilizar el castellano para sus letras.
La pintura de Guillermo-Pérez Villalta, Sigfrido Martín-Begué, Ceesepe, Costus; la fotografía de Alberto García Alix, Ouka Lele, Pablo Pérez Minguez, Miguel Trillo; galeristas como Eugenia Suñer y Fernando Vijande; el cine de Iván Zulueta y de Almodóvar; todos ellos contribuyen a que Madrid se convierta en pocos años, en una ciudad de referencia. Un auge que toma su impulso final con la llegada en Octubre de 1982 del primer gobierno socialista del postfranquismo.
El efecto de la movida madrileña no tardó en expandirse por otras ciudades. Los fanzines, los grupos compuestos por músicos amateurs con más ideas que técnica, los nuevos artistas plásticos aparecieron por Vigo, Barcelona, Valencia…
Programas de televisión tan revolucionarios como La Edad de Oro y La Bola de Cristal acercaron el espíritu de la movida a los hogares españoles, mientras que revistas como La Luna y Madrid Me Mata le dieron un seguimiento. En 1986, cuando ya muchos de los músicos que la representaban (Dinarama, Gabinete Caligari, Loquillo, Radio Futura…), habían alcanzado el éxito comercial, y con el cine de Pedro Almodóvar convertido ya en emblema de esa nueva cultura española, la movida dejó de tener sentido como fenómeno y pasó a convertirse en una simple etiqueta de uso común. Para entonces, su legado cultural ya era incontestable. A pesar de ellos, los años han demostrado que este fenómeno cultural no ha tenido continuidad. Tan sólo algunos brotes aislados en la música pop, el diseño, el vídeo o el cine han desarrollado aquel espíritu. Durante los años 90, la movida fue repudiada e ignorada por las nuevas generaciones de músicos, y sólo a partir de los 00, cuando los adolescentes de aquellos años tenían ya un estatus social y económico, comenzó a ser revisada a través de libros, documentales, películas y reediciones. Una breve eclosión de creatividad que coincide con la primera legislatura del presidente Zapatero es identificada con el resurgir de los años de la movida, pero salvo algunos ejemplos muy concretos, no deja de ser un pequeño espejismo. Un fenómeno que confirma que la movida madrileña (y la española) fue un hecho inherente a un momento político y social muy concreto de este país.