Es difícil introducir un contenido artístico que aúne más claramente lo universal y reivindicativo que la obra de Banksy. Así que vamos a romper con la actualidad (sólo por un instante) y nos situaremos en el siglo XIX, con uno de los mayores genios de la pintura universal: Francisco de Goya.
El reportero de guerra que hoy conocemos, ese periodista, unas veces freelance, otras trabajador de un medio internacional, que se juega la vida por captar una imagen que defina el conflicto en el que está inmerso o por escribir una crónica que remueva las conciencias, tiene sus precedentes en la pintura.
Hasta el siglo XIX, prácticamente nadie había tenido la osadía de colocar en el centro de la escena, de dar el protagonismo pictórico, a las víctimas. Las víctimas no pagaban por los cuadros. El primero en hacerlo será Goya, la primera obra, El tres de mayo de 1808 en Madrid (1814), también conocido como Los fusilamientos del tres de mayo.
A pesar de finalizarse algunos años después del propio acontecimiento, no le resta expresividad y emoción. Vemos al personaje principal, posiblemente culpable de alzarse contra el ejército invasor, levantar los brazos en cruz, en clara alusión a Cristo, y, superando la angustia que muestra su rostro, lanzarse frente al pelotón de fusilamiento en un último acto de valentía redentora.
Víctima y protagonista se juntan por primera vez. La máquina de guerra francesa, caracterizada por soldados sin rostro ni matices y de una eficacia absoluta, sitúa a los fusilados en el centro de la escena. La reacción de las víctimas es diversa, llanto, miedo, coraje, arrojo…
El trauma de la guerra perdurará en Goya. Marcado como afrancesado y expulsado de la Corte, se dedicará a plasmar sus pensamientos y críticas en el arte hasta su muerte en el exilio: Los desastres de la guerra y Las pinturas negras.
Sin embargo, la influencia de Los fusilamientos del tres de mayo la vemos en otros tiempos y espacios…
En Manet y la crítica al colonialismo a mediados del siglo XIX con La ejecución del emperador Maximiliano o en Picasso, impresionado por las atrocidades de la guerra plasmado en Masacre de Corea, a mediados del XX.
Picasso, que en su juventud no se interesó por los acontecimientos políticos sino por la investigación pictórica, la Guerra Civil Española le marcará profundamente. Como consecuencia del impacto pintará la denuncia más descarnada de la miseria provocada por un conflicto bélico, el Guernica.
Pero para hablar del Guernica es mejor que lo haga Simon Schama en el capítulo dedicado a Picasso y a su obra cumbre en la serie documental The Power of Art.